De todos los elementos que forman parte de una boda, ninguno es más simbólico que el pastel.
Las costumbres asociadas con éste provienen de la antigua Roma, donde a los esposos se les servía un banquete con platillos simbólicos. Uno de ellos era el pastel especial, hecho de harina, sal y agua, que se partía sobre la cabeza de la novia, como signo de fertilidad y buena suerte.
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