En lugar de cava, champán; y a falta de una musa local, una madrina de lujo como esIsabel Preysler, que viajó de Madrid a Barcelona para acudir a la fiesta de inauguración del edificio de seis plantas que ha abierto la joyería Rabat en pleno Paseo de Gracia. Si hace unos años Isabel fue imagen de la firma Suárez, ahora los vientos soplan a favor de esta empresa catalana que lleva un tiempo muy afín a la socialite, incluso antes del bombazo sentimental con Mario Vargas Llosa.
«Estoy feliz, tranquila y sorprendida, pues no me esperaba que el amor fuera a llegar tan rápido», confesaba Isabel que lució un mono negro con escote de encaje del diseñador libanés Elie Saab. Llevaba una melena más corta y cuadrada, y la talla, no más de la 34 para sorpresa del resto de invitadas que no paraban de asombrarse con su delgadez. «Por ahora no hay anillo de pedida», aclaró, aunque sí que han hablado de boda. «Hasta la fecha siempre han sido mis novios los que me han pedido matrimonio», decía.
De ahí que contase que su ansiado enlace de momento se encuentre en stand by. Y es que, primero, el Nobel debe arreglar su divorcio con su mujer, Patricia Llosa, con quien actualmente intenta llegar a un acuerdo y evitar un largo y carísimo pleito ante los tribunales, que sólo enriquecería a sus respectivos abogados. «Las cosas tienen que ir poco a poco, porque primero tiene que llegar el divorcio de Mario».
Confirmada en su puesto de «reina de corazones», la llegada de Preysler a la fiesta fue una auténtica puesta en escena. Sin perder la sonrisa la llevaban casi en volandas: primero por el photocall y, después, por algunas zonas de este local que ha decorado Estrella Salieti. Iba bien enjoyada, que por algo era la madrina del evento. Brillantes en los pendientes, en el anillo y hasta en el fabuloso reloj Rolex en oro rosa.
La emancipación de Ana
«Es normal que mi hija Ana (Boyer) quiera independizarse con Fernando (Verdasco). Siempre ha sido una niña muy protegida en casa y le vendrá muy bien», aseguraba con respecto a la salida de la casa de Puerta de Hierro de su hija pequeña. Que se vaya a vivir en el ático que el tenista ha comprado cerca de la Castellana no implica que la relación madre e hija sea distante. «Todos mis hijos están muy contentos. Es verdad que al principio se sorprendieron, pero es que para mí también fue una sorpresa», aseguraba.
Durante el cóctel, Isabel pudo estar un tiempo con la familia Rabat y algunos de los invitados, como es el caso de Jaime de Marichalar, que, en su línea distante y altiva, se negó a posar delante de los fotógrafos. Vamos, lo de siempre.Encantadora, sin embargo, estuvo Mar Flores, quien aprovechó su estancia para visitar la clínica del doctor Iván Mañero y entregar el cheque que ha conseguido con parte de las ventas de sus bolsos y que irá destinado a la fundación del doctor.
Mar estaba feliz, porque en breve venderá sus diseños en Miami y está muy tranquila con su vida familiar. «Mi hijo Carlo se ha independizado y vive en un estudio al lado de casa», comentaba. Al igual que el resto, fue testigo de lo que hoy mueve Preysler, una mujer que no necesita representante, ya que sabe cerrar sus contratos con la misma elegancia con la que pide a los periodistas que retoquen sus fotos todo lo que haga falta.
Antes de irse me confesó que prefería reservarse su opinión sobre los sueños independentistas de Artur Mas, pero que a Mario le da mucha tristeza puesto que «ha vivido mucho tiempo en Barcelona y se siente en parte catalán». El escritor sí habla catalán, aunque no en la intimidad con Isabel. «Yo no tengo ni idea», reconocía divertida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario