Carlota Casiraghi (33 años) y Dimitri Rassam (37) contrajeron matrimonio civil a última hora de la mañana del sábado en el palacio familiar de los Grimaldi, en Mónaco, con una discreción y ausencia de invitados aristocráticos con la que parecen romper con una antigua tradición familiar.
Según las discretísimas filtraciones oficiales, la ceremonia fue celebrada por Laurent Anselmi, director de los servicios jurídicos del Principado. A última hora de la tarde noche se ignoraba si el Príncipe Alberto y sus hermanas, Carolina y Estefanía de Mónaco, estuvieron presentes en la ceremonia administrativa.
Radio Mónaco, tradicionalmente bien informada en los asuntos domésticos de la familia -que es primera accionista de todos los medios audiovisuales del principado-, creía saber que Carlota tuvo como testigos a dos amigas especialistas en «comunicación empresarial», Juliette Maillot y Yanina Mandelli. Dimitri, por su parte, tuvo como testigos a dos amigos, entre empresarios y banqueros de negocios, Guillaume Houz y Antoine Nussembaum.
Las primeras imágenes que fueron filtrándose con moderación, desde primera hora de la tarde del sábado, daban una imagen «sencillita, pero mona» de la boda y el banquete que siguió, entre amigos, servido en los jardines de Palacio.
Difundida inmediatamente antes o después de la ceremonia, la única fotografía oficial de los novios fue firmada por uno de los fotógrafos oficiales de Palacio, Eric Mathon, y era de un glamour más que comedido. Sin filtros eficaces, el sol de justicia que caía en la Costa Azul toca la primera foto de los recién casados con un blanco muy Mediterráneo del sur. El novio, en traje y corbata azul, camisa y pañuelo blanco, paseaba una grabación de padre de familia con un hijo que todavía no tiene un año de edad. La novia lucía un traje cuya autoría suscita cierto «enfrentamiento» entre las distintas fuentes no sé si bien informadas. La mayoría apuntaban a que era una creación de Giambattista Valli, un diseñador que descolocó a todos, ya que se esperaba que vistiera de Yves Saint-Laurent. Tenía su lógica.
Carlota ya estuvo en el festival de Cannes, sola, luciendo un espléndido modelo Saint-Laurent, con muchas transparencias muy alejadas de la imagen del ama de casa tradicional.
La comida tipo coctel, que se sirvió a los invitados en los jardines y piscina de Palacio, fue realizada por un chef italiano, Paolo Sari, avispado y sofisticado si los hay. John Nollet, fotógrafo y peluquero, animador de «actividades lúdicas», se apresuró a atribuirse el honor de peinar a Carlota el día de su boda.
UNA BODA DE PUEBLO
Dimitri Rassam no es hombre que frecuente mucho las peluquerías. Hubiera sido innecesario. A los pocos minutos de celebrarse la ceremonia jurídico administrativa, los hermanos de la novia, Andrea y Pierre Casiraghi, junto a dos amigos más, cogieron al novio en hombros y lo tiraron a la piscina, con su traje y su corbata puesta. Alguien se apresuró a filtrar un vídeo tan breve como pedagógico. Unos invitados de fiesta de pueblo tirando a la piscina a un novio que se deja hacer, dando el espectáculo para unos señorines y señoritas en bañadores de colores chillones, de una elegancia de playa mediterránea, muy alejada de los rumbos aristocráticos que fueron tradición en el Mónaco principesco de otros tiempos.
La madre de su esposo, la actriz Carole Bouquet, estuvo en el reciente Baile de la Rosa, visible pero discretita. Invisible hasta la noche del sábado en la boda de su hijo. La princesa Carolina y el príncipe Alberto, las figuras históricas al frente de la casa de los Grimaldi, también destacaron por su ausencia aparente en unos festejos muy alejados del antiguo glamour chic de un Mónaco de otra época.
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