En la ceremonia religiosa celebrada en la ciudad italiana acudió gran parte de la Familia Real holandesa, incluidas la reina Beatriz, muy elegante de malva, y la princesa Mabel, esposa del príncipe Friso, en uno de los escasos actos públicos en los que se le ha visto desde que su marido sufriera el gravísimo accidente de esquí que le provocó un coma. La princesa Máxima de Holanda volvió a destacar por su elegancia con un original diseño de color ‘nude’ y tocado a juego, mientras que la princesa Laurentien, que acudió con su marido el príncipe Constantino y sus hijos Claus Casimir y Leonore, llamó la atención con un total-look rojo.
La princesa Carolina lució radiante y espectacular con un vestido de novia diseñado por el modisto holandés Addy van den Krommenacker. El diseñador ha hecho uso, tanto en el vestido como en el velo, del tejido de encaje -elaborado en Brujas-, que se utilizó en la boda de la madre de la novia, en 1964. De hecho el vestido lleva el nombre de Irene, en honor a la hermana de la reina Beatriz. Según la oficina de prensa de Van Den Krommenacker el trabajo de restauración del tejido ha sido muy minucioso y ha durado meses.
El príncipe Carlos, hermano de la novia y jefe de la Casa Borbón y Parma, fue el encargado de llevar a la princesa Carolina al altar, momento en el que vivimos la emoción en su rostro al estar a punto de dar uno de los pasos más importantes de su vida en compañía de sus seres más queridos. Los grandes ausentes en la ceremonia y el festejo posterior fueron la princesa Anita, esposa del príncipe Pieter-Christiaan, primo de la novia, y Pieter van Vollenhoven, marido de la princesa Margarita de Holanda, ambos por razones de salud.
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